El envejecimiento del UFC femenino: campeonas +35, poco recambio y una crisis que ya no se puede tapar.
El UFC femenino está pagando hoy errores que arrastra desde hace años. Campeonas por encima de los 35 años, divisiones sin profundidad y una alarmante ausencia de nuevas figuras no son hechos aislados: son el reflejo de un sistema que nunca pensó el largo plazo.
Durante el boom inicial, el crecimiento estuvo sostenido por nombres propios. Ronda Rousey, Amanda Nunes, Joanna Jedrzejczyk o Cris Cyborg empujaron la disciplina cuando todavÃa no existÃa una base sólida. El problema llegó cuando esas figuras desaparecieron: no hubo reemplazo.
El MMA femenino llegó tarde al alto rendimiento. La mayorÃa de las peleadoras comenzaron a entrenar MMA de adultas, muchas luego de pasar por otras disciplinas. Eso estiró la curva competitiva y normalizó algo que en un deporte de desgaste extremo deberÃa ser excepción: campeonas veteranas dominando por falta de competencia real.
Pero el problema no es solo deportivo. El pool de talento es reducido porque hay menos ligas, menos programas formativos y menos oportunidades desde edades tempranas. A eso se suma una realidad económica dura: para muchas mujeres, el MMA no es una carrera viable. Sin estabilidad, el abandono temprano es inevitable.
El UFC tampoco ayudó. La empresa no desarrolla talento, lo compra. No forma peleadoras ni construye historias; consume producto terminado y espera resultados inmediatos. Cuando no aparece una súper estrella, el marketing se apaga y las divisiones quedan a la deriva.
Sin Ãdolas no hay nuevas camadas. Sin nuevas camadas, el envejecimiento se acelera. Y sin planificación, el tÃtulo pierde valor. Hoy, el problema del UFC femenino no es quién defiende el cinturón, sino quién está en condiciones reales de disputarlo.
El talento existe. Lo que falta es un proyecto.
Y mientras el UFC no lo tenga, el futuro del MMA femenino seguirá dependiendo del pasado.




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